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Para mejorar la vida y la salud debemos reconocer la unidad sin solución de continuidad entre nuestras creencias, comportamientos y cuerpos físicos.
Entonces debemos examinar con ojo crítico y cambiar las creencias y suposiciones erosivas para la salud que inconscientemente hemos heredado de nuestros padres y nuestra cultura y hemos interiorizado.
Anne Wilson Schaef escribe que cualquier cosa se puede usar de modo adictivo, ya sea una sustancia (como el alcohol) o un proceso (como el trabajo).
Esto se debe a que la finalidad o función de una adicción es poner un amortiguador entre nosotras y nuestra percepción de los sentimientos. Una adicción nos sirve para insensibilizarnos, para desentendernos de lo que sabemos y de lo que sentimos.
Ella dio el nombre de “sistema adictivo” al patriarcado, y explicó las características de las sociedades que aplastan el saber interior y las emociones de las personas, favoreciendo así el uso de sustancias o procesos adictivos para poder seguir funcionando.
Nuestra sociedad es dañina para hombres y mujeres, y los dos sexos participan totalmente en su continuación.
La verdadera ciencia se basa en la observación, la experimentación y la continua adaptación de los procesos de pensamiento y creencias de acuerdo con los descubrimientos empíricos.
Los sentimientos, la intuición, la espiritualidad y todas las experiencias de la vida que no se pueden explicar con la parte lógica y racional de la mente ni se pueden medir con los cinco sentidos, se miran con desconfianza o se descartan.
Dado que nuestra cultura pone tanto énfasis en el intelecto, aprendemos a tenerles miedo a nuestras reacciones emocionales y a valorar tanto el control de las emociones que nos desconectamos de ellas.
Los cuerpos femeninos, siempre relacionados con ciclos y sujetos al flujo y reflujo de ritmos naturales, se consideran especialmente emotivos y en necesidad de control. Toda nuestra sociedad funciona de manera que nos mantiene desconectadas de lo que sabemos y sentimos.
Sin embargo, lo bueno es que cuando reconocemos y liberamos nuestro dolor emocional, conectamos inmediatamente con nuestros sentimientos y sistema de orientación o guía interior.
Nuestro intelecto y nuestros pensamientos pueden entonces asumir su papel legítimo: servir a nuestros corazones y a nuestro conocimiento más profundo, y no al revés. Entonces puede ocurrir la curación.
Este cambio tiene por consecuencia un nuevo tipo de actitud y sabiduría que nos sirve para conectar con el mensaje que hay detrás de nuestro dolor, como primer paso para sanar.